"De la adversidad vivimos" I encuentro Iberoamericano de arte, trabajo y economía / 2011
La relación entre arte, trabajo y economía es parte del día a día de artistas, mediadores, gestores culturales y todos quienes toman parte en el quehacer artístico cultural. Sin embargo, y contrariamente a otros campos en el país, en la esfera cultural y especialmente en el sector artístico esta relación es la menos normada, contextualizada o sistematizada. Esto ha dado lugar a la proliferación y naturalización de una serie de “reglas del juego” y micro prácticas donde el creador y mediador local suelen enfrentar condiciones de inequidad, desvalorización y explotación de su trabajo. Habitual es la situación donde instituciones rechazan o pasan por alto pagar honorarios por el trabajo o servicios realizados por artistas u otros agentes culturales con la excusa de que se los está promocionando. Por otro lado, los recursos asignados para los costos de investigación, conceptualización, producción, documentación, difusión, publicación y educación, que toman parte en proyectos artísticos, son generalmente exiguos por lo que se deben sacrificar fases, mutilando la integridad del proceso, o lo que es frecuente, se termina trabajando de manera gratuita. Los derechos y obligaciones entre artistas y mediadores tienden a ser verbales y muchas veces no se cumplen, generando molestias y hasta rupturas entre las partes.
Estos son algunos de los malestares más frecuentes que exponen concepciones y problemas más complejos y estructurales que no han sido debidamente investigados ni discutidos, pero permanentemente evadidos y silenciados. Algunas de las razones que tejen las precarias condiciones en las que se desarrolla en trabajo artístico tienen que ver con la débil profesionalización del campo, la falta de reconocimiento de la función del arte en la sociedad, la escasa orientación de estos temas dentro de las facultades de arte, los vacíos jurídicos y de asociación, o el desconocimiento de los derechos fundamentales del creador. Es conocido que los procesos asociativos dentro del campo de las artes visuales tienden a ser débiles, en parte por el carácter individualista de la producción artística derivado de la tradición moderna del arte. En todo caso, esto no exime de responsabilidad el momento de constatar la pobre articulación e incidencia de los actores del campo en la construcción de políticas para el ejercicio digno y sostenido de sus actividades culturales.
En la actualidad, las viejas y conocidas condiciones desfavorables para el trabajo cultural conviven y se ajustan al lugar privilegiado que ocupa la cultura en el capitalismo global. La flexibilidad y movilidad del empleo, la proliferación de redes transnacionales, cooperaciones y la valorización de aptitudes cognitivas, comunicacionales y relacionales atraviesan las prácticas artísticas y se traducen en nuevas formas de organización del trabajo y tiempo del sujeto “creativo”. En estas nuevas formas de hacer, ¿subyacen principios y procesos de subjetivación y normalización neoliberal? Por otro lado, el auge del turismo, branding y marketing cultural nutren la economía global, y la rentabilidad del producto o servicio cultural constituye una variable clave.
Ramas como la Economía de la Cultura en nuestro país están por desarrollarse, y por lo tanto son escasos los estudios sobre el aporte concreto del trabajo cultural y artístico al desarrollo económico y social, que consideren la especificidad económica del producto cultural. Este vacío en términos de marcos teóricos y metodológicos idóneos para el objeto de estudio, contrasta con el gran crecimiento a nivel local de oferta y demanda cultural en los últimos años.
Recientemente el Ministerio de Cultura difundió el documento Políticas para una Revolución Ciudadana[2] donde entre sus ejes programáticos establece a los “derechos culturales” y “emprendimientos culturales”, conjuntamente con la “descolonización” y “nueva identidad ecuatoriana”. Entre las políticas para los “derechos culturales” cabe mencionar aquí el “Derecho al desarrollo del talento artístico” sostenido en varias estrategias que apuntan al fortalecimiento del hacer cultural, entre las que se nombra la necesidad de “Coordinar con las instituciones pertinentes del gobierno, condiciones de trabajo y el empleo dignos de los y las artistas y creadores, así como un entorno adecuado para el desarrollo de su talento”. El eje programático “emprendimientos culturales” está primordialmente dirigido a bienes culturales marcados por la industrialización y de orientación masiva, sin embargo se reconoce a las artes visuales dentro del campo ampliado de la “economía creativa”. La política encaminada a “Impulsar la generación de información y la construcción de conocimientos culturales como base de la formulación de política pública” deberá enfocar en la particularidad del sistema del arte (museos, espacios independientes, mercado de arte, prácticas artísticas, etc.) como agente económico.
Esta flamante inclusión de la dimensión económica en las políticas culturales enfrenta el desafío de conjugar la categoría de “emprendedor” (cultural) con los sentidos del trabajo artístico, considerando el marco de la Constitución que promueve el régimen del buen vivir -Sumak Kawsay.
Gran parte de las propuestas artísticas de avanzada que se desarrollan en el medio son inmateriales, temporales, procesuales, se basan y despliegan a través de la investigación y comunicación, promueven una perspectiva crítica, se refieren a contextos específicos, se vinculan con grupos concretos y dialogan con diversas disciplinas. Estas prácticas mantienen una distancia con las lógicas del mercado del arte y los mecanismos tradicionales de fomento artístico les resultan anacrónicos. Su promoción implica ampliar la visión hacia otras formas de creación, simbolización, conocimiento y aprendizaje que rebasan y muchas veces se oponen al objeto artístico, a la exhibición tradicional y a sus protocolos. ¿Cuáles son sus fuentes de financiamiento? ¿Cuáles son sus dificultades en cuanto a sustentabilidad y en qué relaciones se sostienen? ¿Cómo se inscriben en el mercado laboral local y global?
El cierre de las galerías locales por la crisis financiera a inicios de la década coincidió con la emergencia del arte contemporáneo, marcando el desarrollo económico y social de este sector de diferentes modos que están por estudiarse. La adversidad en cuanto a financiación pública y privada ha limitado el alcance social y visibilidad local e internacional de muchas propuestas, pero no ha detenido la emergencia de un sinnúmero de iniciativas alternativas, independientes y autogestionadas altamente experimentales. En la actualidad una nueva generación de artistas y gestores locales han asumido la promoción del arte contemporáneo y algunos se han interesado por el mercado del arte local que lentamente se viene reactivando. Un número reducido de artistas ecuatorianos está vinculado al mercado internacional del arte. El financiamiento a través de fondos públicos, más no privados, es el que primordialmente a acompañando el desarrollo de las prácticas artísticas contemporáneas, apoyo que no a estado exento de tensiones y desencuentros.
En este contexto, el diálogo crítico economía-cultura-arte está pendiente con vista a generar nuevas y buenas prácticas. La economía enfrenta el desafío de revisar hipótesis básicas de su disciplina como la utilidad y el lucro, y la cultura el reto de desprenderse de visiones románticas y de auto-explotación que tratan de justificar o encubrir la precarización e inseguridad del trabajo cultural.
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